miércoles, mayo 05, 2010

Mi primera Cruza-Tenerife

Ya han pasado dos semanas desde que nos desplazamos hasta Tenerife para realizar la Cruza-Tenerife. Quizás por los líos durante las semanas previas, o porque tenía la "tranquilidad" psicológica de haber podido finalizar una prueba de más de 80 kilómetros el año pasado, hasta el día anterior apenas había notado el cosquilleo con las dudas sobre si aguantaría el tute, si terminaría sin sufrir demasiado, si tendría algún problema físico, vamos lo típico. Esta vez ni siquiera soñé con la prueba antes, pero el viernes no pude evitar pensar que en cualquier caso suponía, si obviamos las primeras Trans, la segunda vez que me lanzaba a cubrir una prueba de distancia por encima de la maratón. Había escuchado que era un aprueba para corredores por los abundantes kilómetros de pista, no me atraía, pero Basilio me prometía en la maratón de Meridiano que este año tendrían más senderos. Pensando quizás en que viniera Kilian Jornet, que si bien finalmente no participó, Miguel Heras llegaba con la vitola de favorito tras su reciente triunfo y exhibición en la Trans. Tras recoger los dorsales Jonay y yo, y la previa visita a Deportes Salud, nos dirigimos hacia Puerto de la Cruz para darnos el homenaje de la cena (Jonay se daría tres homenajes, eso sí autoprohibiéndose la ingesta de cerveza para mi sorpresa) antes de los sesenta y pico kilómetros acompañados nuestro club de fans particular, léase María y Rosi.









Como es habitual hubo que madrugar para llegar a la salida de las seis de la mañana en Candelaria. Mucho ambiente, y tragando los últimos plátanos antes de comenzar la subida prometida. Con escasos seis o siete minutillos de retraso arrancaba la prueba, y en la primera subida desde el grueso del pelotón se podía ver como los favoritos ya se ponían manos y piernas a la obra. Mientras por mi parte me sentía cómodo y animado, procurando trotar siempre y cuando la subida no fuera muy pronunciada. El terreno era mayoritariamente de pista, algo rota, excepto un pequeño sendero justo llegando a Arafo. Un par de veces coincidí con Jonay, pero creo que ambos tenemos tendencia de ir a nuestro ritmo antes que engancharnos mucho con otros corredores.

Si no recuerdo mal, en poquito más de una hora pasábamos por el avituallamiento de Arafo, cuando el día comenzaba a clarear. Tras pasar Arafo el recorrido se convertía en una subida exigente y constante por asfalto, y ya perdía de vista a Jonay (yo por detrás claro). Poco después el asfalto se convertía en un bonito camino entre pinos que nos animaba, más tarde llegaba un tramo de picón y terminaba en La Crucita pasando, creo, en torno a las dos horas y media. Las sensaciones que tuve fueron que subía con cierta alegría pero sin exigirme mucho, algo que parecen evidenciar las fotos, gracias bichillos, si comparamos la cara de Jonay concentrado y la mía ... paseando. No es de extrañar que me sacara ya 20 minutos por el avituallamiento.

Desde la Crucita arrancaba un precioso sendero de bajada hacia La Caldera, de repente aparecía el Teide y la corona forestal y sentía que se me ponían los pelos de punta. ¡Qué bonito! Había que disfrutar ya que Antonio López me advertía del masque de pistas que tendríamos posteriormente (además de reconocerme como el ....... que no le daba la camiseta finisher en la Trans por haber sido descalificado). El sendero bajaba de forma divertida, se iba empinando y estrechando en plan Rompeserones o pista de bobsleigh, donde mi torpeza de pies acababa favoreciendo una pequeña torcedura en el tobillo, que recordaría apenas unos minutos, pero me haría pensar en tener cuidado, ya que lo importante era acabar. Tras reponer algo de líquido en La Caldera, ya se había dado la salida de la prueba maratón, comenzaría la primera tanda larga de pista, diez kilómetros decían. En ese momento mpezaron a surgir los primeros pensamientos recordando que Antonio López me advertía de los 22 que vendrían después. Buf, eso sonaba aburridillo, y comencé a alternar el trote con el caminar a la vez que me superaban mejores corredores y comenzaba a pasar a la cola de los participante en la maratón.

Un buen rato después, vendría una subidita de 4 o 5 kilómetros, alternando sendero y pista, que me llevaría al kilómetro 35 en unas cinco horas. Desde ese punto empezaban los temidos 22 kilómetros hasta la Montañeta. Decir que los nueve primeros, hasta el Lagar, fueron bastante favorables. Me seguían superando corredores, con algunos en plan yoyo, pero iba a mi ritmillo en suave descenso por pista hasta que nos desviaron a un sendero. En una de las intersecciones del sendero con la pista algunos corredores se despistarían y perderían tiempo. Imagino que al ir más despacito no tuve ese problema ;). Llegaría a El Lagar en poco más de seis horas y cuarto, y según mis cálculos quedaban unos trece hasta la Montañeta antes de la posterior bajada. que me advertían de su dureza (y me hacían pensar en mis sensaciones en la bajada final de la maratón del Meridiano de este año). Así que con tranquilidad y pensando que venía el trozo más complicado me dediqué a reservar, trotar en tramos favorables y tener paciencia. Sabía que tendría que pasar al menos hora y media antes de llegar a La Montañeta.

Los tímidos rayos de sol iniciales que se colaban entre los pinos pronto se convertirían en niebla que acompañaba y hacía más solitario el recorrido. Me seguían superando algunos corredores a los que no encontraba el punto de trote para engancharme. Pasada quizás la hora y cuarto desde El Lagar, comenzaba a notar que la pista no alternaba ente subiditas y bajaditas sino que tendía a descender. Me animé, pero sin embargo no llegaba el punto de paso, y aproveché para preguntar a un corredor que me superaba. "No queda mucho" me decía, poco después otros de la maratón "En torno a un kilómetro". Me empezaba a notar positivo, y de repente escuché unos aplausos, y tuve sensaciones estupendas, "ya estaba hecho", pensé, las piernas empezaron a pedir más. Quienes aplaudían era una pareja poco antes del punto de avituallamiento, que sepan que a mí me llenaron de energía. Poco después un corredor que andaba más tocado me decía que la bajada era principalmente de asfalto y empinada. "Mejor que de piedras" pensé. Unos minutos antes de las ocho horas pasaba por el punto de control y comenzaba el descenso, en teoría de unos siete kilómetros, sabía que los cuadriceps estarían fatal en los días siguientes, pero bajaba, primero tímidamente, hasta que decidí probar a dar zancadas más largas pensando en que haría un menor número de impactos. Y me sentía cómodo excepto en los tramos de mayor pendiente. Animado además porque por fin adelantaba a otros corredeores, casi sin darme cuenta llegaba al final del asfalto donde ya se veía Garachico y la señal indicaba 2.4 km. Apenas habían pasado unos veinte minutos. ¡Ya está hecho! Como había piedras mi ritmo bajó, no era cuestión de fastidiarse un tobillo al final. Pero tras ese trozo de kilómetro y medio las patas me llegaron al culo y no paré de correr hasta que en la meta hicieron detenerme antes de la alfombra para que el chip funcionara. Había llegado en algo más de 8 horas 32 minutos. A menos de media hora de Jonay, y sin dejar de tomar la cerveza la noche antes ;). Luego las risas porque por primera vez me veía en una clasificación de veteranos ... Contento por haber terminado la prueba, bonita, pero eso sí, más recomendable para buenos rodadores.

Nos vemos el próximo mes en La Palma.

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2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Haz tenido dolor de rodilla en la parte externa producido por las bajas con mucho impacto. los entrenos diarios deben ser en llano? Cuantas veces vas a la montaña? y cuanto practicas las bajadas? Soy de la palma de la transvulcania.

9:18 p. m.  
Blogger Franck said...

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saludos

Franck
contacto: rogernad08@gmail.com

5:13 p. m.  

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